¿Tengo la piel sensible o resistente?  Piel sensible es un término amplio que alude a distintos tipos de reacciones de la piel y que puede llevar a confusión fácilmente. Así que descifremos si nuestra piel entra dentro del paraguas sensible a través de la evidencia científica que respalda las diferentes categorías y grados de piel sensible que existen por ahí.


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¡Hola a todos! ¿Has experimentado alguna vez piel sensible? ¿Sabes lo que es realmente? ¿O qué tipos de piel tienden a hacerse sensibles o a sensibilizarse (que son dos cosas distintas)? A través del conocimiento de lo que causa la piel sensible serás capaz de manejarla mejor e incluso de prevenir que tu piel se vuelva sensible en primer lugar. ¡Sigue leyendo! 

¿Qué es la piel sensible?

La piel sensible (en contraposición a resistente) experimenta reacciones sensoriales cuando entra en contacto con determinados factores externos o internos. Puede manifestarse como una sensación de quemazón, hormigueo, picor, o simplemente la sensación de piel tirante y puede implicar cambios no visibles o visibles (como rojez) en la superficie de la piel. Y puede ocurrirle a cualquiera – independientemente de si tu piel es grasa, equilibrada o seca –; más tarde entenderás el porqué.

La piel sensible puede reducir la calidad de vida.
La piel sensible puede reducir la calidad de vida.

Los factores que desencadenan las manifestaciones propias de la piel sensible son individuales, es decir, diferentes para cada persona. Los desencadenantes externos frecuentemente incluyen ingredientes presentes en productos para el cuidado de la piel, la exposición solar intensa, condiciones climáticas (calor o frío bruscos), sustancias contaminantes en el aire, e incluso el agua corriente. ¿Te suena familiar? Y desencadenantes internos pueden ser el estrés, medicamentos, alcohol, alimentos o cambios hormonales.

Piel sensible e hipersensible

Algunas personas con piel reactiva o sensible experimentan sensaciones sensoriales desagradables como las descritas arriba pero no (o apenas) presentan signos visibles de forma simultánea. Esto es piel sensible tal cual.

Sin embargo, existen casos más pronunciados en los que la piel desarrolla dermatitis de contacto irritativa en la presencia de determinados agentes (como algunos detergentes). Ello implica una reacción no específica del sistema inmune innato de la piel tras entrar en contacto con un factor desencadenante.

Nuestro sistema inmune nativo (en contraposición al sistema inmune adquirido) usa mecanismos rudimentarios (no específicos) para defendernos de factores extraños. Como la respuesta no es específica, es posible que la piel reaccione de nuevo o no ante la exposición al mismo agente. En estos casos podríamos hablar de piel hiper-reactiva (también denominada intolerante).

No es lo mismo la piel sensible (reactiva o hiper-reactiva) que la piel hipersensible (alérgica).

Cuando nuestro sistema inmune adquirido (que reconoce y reacciona contra moléculas específicas o partes de las mismas, llamadas antígenos) entra en juego, puede que desarrollemos alergia (o dermatitis de contacto alérgica), normalmente una reacción de hipersensibilidad retardada (que no se produce de forma inmediata, sino pasadas las horas). Entonces tu piel se sensibiliza frente a un antígeno específico, y la reconocemos como alérgica o hipersensible a la sustancia que provee aquel antígeno.

Por lo tanto, la piel sensible puede ser reactiva o hiper-reactiva (también llamada intolerante). Que no es lo mismo que la piel hipersensible o alérgica.

¿Qué causa la piel reactiva o hiper-reactiva?

1· Alteraciones en la barrera epidérmica

Cuando la barrera de la piel presenta desórdenes físico-químicos innatos o adquiridos, la misma pierde demasiada agua por evaporación [lo que se conoce como pérdida de agua trans-epidérmica o Trans-Epidermal Water Loss (TEWL, en inglés)]. Ese incremento en la evaporación de agua a través de la piel conduce a la deshidratación cutánea, y puede impactar severamente el buen funcionamiento de la piel en su conjunto (conocido como homeostasis cutánea).

Un claro ejemplo de esta situación ocurre en las personas que tienen bajos niveles de la proteína filagrina (o mutaciones en el gen de la filagrina que dan lugar a moléculas de filagrina defectuosas). Entre ellas, personas con piel atópica.

Para mantener la integridad estructural del estrato córneo y para el desarrollo de una barrera cutánea fuerte son necesarios niveles adecuados de la proteína filagrina y que ésta se hidrolice correctamente en las capas más externas de la piel. En la superficie cutánea la filagrina se degrada y da lugar a aminoácidos (que forman parte de los factores de hidratación naturales de la piel).

Alteraciones en la barrera epidérmica generan piel sensible. Niveles bajos de la proteína filagrina o moléculas de filagrina defectuosas dan lugar a un estrato córneo menos compacto y con mayor pobreza de factores naturales de hidratación. Ello causa una mayor pérdida de agua traes-epidérmica, una mayor permeabilidad de la piel y una mayor absorción de sustancias ajenas. Es decir, una barrera de la piel más débil (o sensible).

Las personas con niveles bajos de filagrina (o moléculas defectuosas de filagrina) producen menos factores naturales de hidratación y, por tanto, tienen una barrera protectora menos eficiente (con mayor pérdida de agua trans-epidérmica). Ello resulta en una permeabilidad cutánea incrementada y una mayor absorción de sustancias químicas comunes (como determinados filtros solares o hidrocarburos que contaminan el aire), lo que provoca que la piel sea más propensa a reaccionar. Por ello (en parte) la piel atópica tiende a ser sensible o hipersensible.

Pero si tu piel no es atópica ni especialmente seca, no debes bajar la guardia. Niveles bajos de humedad y la radiación ultravioleta también pueden desencadenar anormalidades en la proteína filagrina. Por ello, la hidratación de la piel y unos buenos hábitos de exposición solar son fundamentales para preservar una barrera cutánea sana y no sensible (o menos reactiva).

2· Un sistema inmune cutáneo sobre-reactivo

A veces, las células del sistema inmune presentes en nuestra piel (como células dendríticas o mastocitos) presentan una predisposición mayor de la requerida a activar mecanismos de defensa ante lo que ellas perciben como una amenaza externa (por ejemplo, una sustancia irritante que entra en contacto con la piel).

Normalmente, los queratinocitos (las células que forman la epidermis) reaccionan ante esas amenazas liberando moléculas mediadoras de inflamación (como citoquinas o ARN). Y las últimas activan células del sistema inmune que vigilan la piel. En consecuencia, dichas células inmunes desencadenan cascadas inflamatorias que resultan en una mayor o menor respuesta a la amenaza externa.

El que esa respuesta se haga excesiva o no depende fundamentalmente de las características particulares de tu sistema inmune innato y del estado de activación de tu sistema inmune cutáneo cuando sucede la amenaza percibida. Esas dos particularidades determinan la predisposición de tu piel a reaccionar frente a un determinado estímulo. Y, por lo tanto, su grado de sensibilidad o sobre-reactividad.

Las características particulares de to sistema inmune innato y el estado de tu sistema inmune adquirido determinan en parte el grado de sensibilidad de tu piel en un momento determinado.
Las características particulares de to sistema inmune innato y el estado de tu sistema inmune adquirido determinan en parte el grado de sensibilidad de tu piel en un momento determinado.

Un ejemplo evidente de una menor tolerancia cutánea (es decir, un sistema inmune sobre-reactivo) ocurre en muchas personas con rosácea o piel con tendencia a presentar rojeces (como yo – puedes echar un vistazo a mi artículo previo sobre rosácea pinchando aquí). El sistema inmune típicamente sobre-reactivo de la piel con rosácea suele involucrar niveles mayores del péptido anti-microbiano catelicidina.

Debes estarte preguntando cómo esos altos niveles pueden hacer que la piel con rosácea presente sensibilidad. Deja que te lo explique. Por ejemplo, cuando la luz ultravioleta B (UVB, una amenaza) alcanza nuestra epidermis, las células epidérmicas (queratinocitos) que resultan dañadas por la misma liberan moléculas de ARN. Y esos ARNs pueden unirse a péptidos de catelicidina.

Un sistema inmune cutáneo demasiado reactivo puede causar piel sensible (se ilustra un brote de rosácea tras la exposición a la radiación ultravioleta del sol a modo de ejemplo).

Y los elevados números de complejos ARN-catelicidina hacen que los vasos sanguíneos recluten un exceso de células del sistema inmune desde la sangre. O dicho de otro modo, la piel con rosácea exhibe una reactividad vascular incrementada y, por tanto, tiende a ser más sensible (puede ser fácilmente sobre-estimulada, por ejemplo, por la exposición solar).

3· La activación de receptores sensoriales

Los Receptores de Potencial Transitorio (TRPs, en inglés) son neuroreceptores sensoriales activados por distintos estímulos nocivos (físicos, químicos, térmicos) que amenazan o dañan la piel. Los mismos se encuentran en los terminales nerviosos de la epidermis, que forman parte del sistema nervioso perfiférico. Dos de estos receptores, TRPV1 y TRPA1, tienen un papel central en desencadenar la sensibilidad de la piel.

Elementos como la alta temperatura (>43ºC), el bajo pH (<5,9), la luz ultravioleta, la capsaicina (la molécula responsable del sabor de los pimientos picantes), la piperina (que da a la pimienta negra su sabor acre) o el alcanfor (presente en algunos productos cosméticos) activan a TRPV1.

Y la baja temperatura (<17ºC), algunos contaminantes del aire, componentes de la mostaza, el guasabi, la canela o el mentol (que puedes encontrar en algunas fórmulas dermatológicas), por ejemplo, pueden activar a TRPA1.

La liberación de neuropéptidos (neurotransmisores) que ocurre tras la activación de TRPV1 o TRPA1 en las terminaciones nerviosas de la piel provoca, por un lado, la estimulación del sistema nervioso central (del cerebro). Y, por tanto, las sensaciones de quemazón, hormigueo, piel tirante o picor características de la piel sensible.

Los receptores sensoriales TRPV1 y TRPA1 (activados por calor, frío, sustancias picantes...) estimulan el cerebro e inflamación neurógenica en la piel a través de la liberación de neurotransmisores. Y ello puede traer como consecuencia piel sensible.

Y, por otro lado, causa la estimulación de queratinocitos y células del sistema inmune (como los mastocitos). Ello puede conducir a la inflamación de la piel (iniciada por los neuropéptidos), también llamada inflamación cutánea neurogénica. Y la intensidad de esa respuesta inflamatoria particular se correlaciona con el grado de sensibilidad cutánea que una persona experimenta.

De hecho, TRPV1 y TRPA1 se encuentran frecuentemente sobre-representados en la piel con rosácea, que tiende a ser sensible o intolerante.

Además, los ácaros del polvo pueden activar a TRPV1 en las terminaciones nerviosas de la piel atópica. Y la subsecuente liberación de neurotransmisores causa la desgranulación de mastocitos. Lo que puede desencadenar a su vez la hipersensibilidad (alergia) a los ácaros usualmente experimentada por la piel atópica.

¿Qué tipos de piel tienen una mayor probabilidad de desarrollar sensibilidad?

La gente cuyo sistema inmune cutáneo es de alguna manera sobre-reactivo, como aquellos con piel con tendencia a presentar rosácea, acné o dermatitis atópica. También las personas con piel notablemente seca – que con frecuencia tienen una barrera física más débil, con una mayor pérdida de agua transepidérmica –.

No obstante, todos tenemos receptores sensoriales en nuestra piel (y un sistema inmune que puede volverse sobre-reactivo ante determinados estímulos). De modo que cualquiera puede experimentar o desarrollar piel sensible en algún momento de su vida.

Te lo describo de otro modo: pongamos que tu barrera cutánea, sistema inmune y niveles de TRPV1/TRPA1 están perfectamente equilibrados. Pero empiezas a lavar tu piel grasa más de la cuenta, y, en consecuencia, tu barrera cutánea se perturba. O tomas una nueva medicación que modifica el comportamiento de tu sistema inmune cutáneo.

Entonces un día empiezas a usar un producto tópico con mentol, que desencadena la activación de TRPA1 en tus terminaciones nerviosas cutáneas. Como tu barrera de la piel se había vuelto previamente más débil (debido al lavado excesivo) o tu sistema inmune se había alterado (debido a la medicación), el mentol (que previamente no te causaba ningún efecto cutáneo negativo) puede empezar a afectar a tu piel (que comienza a hacerse sensible).

Lavar la piel agresivamente o con demasiada frecuencia elimina gran parte de sus lípidos y factores de hidratación naturales y contribuye a incrementar la sensibilidad cutánea.
Lavar la piel demasiado elimina parte de sus lípidos y factores de hidratación naturales e incrementa la sensibilidad cutánea.

En ese punto, la decisión más inteligente sería parar de usar productos tópicos con mentol y dejar de alterar tu piel grasa con los lavados excesivos (o la medicación). De modo que tu barrera de la piel (y tu sistema inmune cutáneo) no se alteren de forma persistente y tus receptores TRPA1 no se activen de manera continuada. Esto evitaría la perpetuación de un ciclo vicioso que podría hacer que tu piel se volviera sensible para siempre.

¡Así que, como con cualquier cosa, nunca digas nunca jamás! Nunca digas que tu piel nunca es sensible 😉 

En el siguiente artículo, revelaré estrategias para manejar y evitar la piel sensible, independientemente de tu tipo de piel. También descubriré algunos ingredientes joya y productos dermatológicos que pueden ayudarte . Y explicaré por qué puede que quieras evadir ciertas situaciones, y componentes explícitos o no explícitos en productos para el cuidado de la piel. ¡No te lo pierdas!

Espero que este artículo te haya ayudado a entender un poco mejor tu piel.

No olvidéis dejar vuestras preguntas en la sección de comentarios debajo.

¡Hasta pronto!

María

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2 responses to “Las 3 causas científicamente probadas de la piel sensible”

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